LA REPUBLICA ROMANA
En el año 509 a.C., mediante una rebelión, los romanos desterraron al rey Tarquino el Soberbio y pusieron fin al dominio etrusco y a la monarquía.
La ciudad se independizó y, para evitar el poder personal, los romanos instauraron un nuevo sistema político que llamaron república.
Se iniciaba así, al igual que en las poleis griegas, la práctica de elegir magistrados anuales. En las asambleas llamadas comicios se votaban las leyes y cada año se elegían 2 cónsules, magistrados que gobernaban la ciudad y se controlaban mutuamente.
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Estos eran asesorados por un Consejo de Ancianos, el Senado, cuyos miembros ocupaban el cargo en forma vitalicia.
En casos de grave peligro interior o exterior, los cónsules elegían a un dictador, a quien se concedía poder ilimitado hasta que se superara la emergencia o durante 6 meses como máximo.
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En los inicios de la República el poder político estaba en manos de los patricios. Sus decisiones predominaban en los comicios, solo ellos podían ser cónsules y eran los pater familias quienes conformaban el Senado.
Si bien los plebeyos prestaban grandes servicios a la ciudad formando parte del ejército y pagando impuestos, no tenían influencia en las asambleas ni acceso a los cargos públicos. Decidieron entonces organizarse para obtener derechos y exigir participación.
Formaron una asamblea plebeya cuyos acuerdos se denominaban plebiscitos y eligieron dirigentes, los tribunos de la plebe.
Los patricios debieron ir accediendo a sus reclamaciones porque las sucesivas guerras en que participaban los romanos hacía imprescindible dos situaciones: que los plebeyos permanecieran en el ejército y que no hubiera desórdenes al interior de la ciudad de Roma.
Debido a las demandas de los plebeyos y al crecimiento de la ciudad, la organización de la república se fue haciendo cada vez más compleja: se crearon nuevos comicios y magistraturas a las que finalmente los plebeyos pudieron acceder.
Se puede afirmar que en el siglo III a.C. los plebeyos habían logrado la igualdad con los patricios.
Pero ya no era fácil distinguir claramente estos dos grupos. Desde que se habían permitido los matrimonios mixtos, los plebeyos ricos se unieron a los patricios formando una nueva nobleza.
Como los cargos públicos no eran pagados, en la práctica solo los miembros de esa nobleza (los hombres ricos) accedían a ellos.
La participación plena de todos los ciudadanos era solo teórica. La república romana nunca fue una democracia.
La expansion romana durante la republica
La
península Itálica, cuya unificación bajo
dominio romano se consolidó a mediados del siglo III a.C.
El
Mediterráneo occidental como resultado de las
victorias de Roma sobre los cartagineses en las Guerras Púnicas. Estas se
extendieron –con interrupciones– entre los años 246 a.C. y 146 a.C.
El Mediterráneo oriental donde ya en 133 a.C. se había logrado dominar Asia Menor, Macedonia y Grecia.
La expansión romana fue realizada por un ejército romano disciplinado y eficiente, que fue evolucionando en sus tácticas y armamentos hasta convertirse en el más poderoso del mundo antiguo.
Las conquistas dieron a Roma poder, prestigio y grandes riquezas, como metales preciosos, esclavos y productos de todo tipo.
Estas riquezas llegaban por la vía de los botines de
guerra, los impuestos que debían pagar los territorios dominados y el comercio
de larga distancia.
La organizacion social durante la republica
La expansión territorial de la república tuvo grandes repercusiones
económicas y sociales.
La importación barata de trigo y otros cereales significó que los pequeños agricultores fueran contrayendo deudas que no podían pagar o debieran abandonar sus labores en el campo para servir al ejército en períodos de guerra.
El resultado fue que muchos de ellos cayeron en la ruina al perder sus pequeñas propiedades. Obligados a emplearse como asalariados debían enfrentar la competencia de la mano de obra esclava, mucho más barata y abundante debido a las guerras de conquista.
Se abrió, entonces, un nuevo período de luchas sociales en que la repartición de tierras en Italia ocupó un lugar central.
Como consecuencia de las continuas guerras, la influencia de los generales en la vida política iba aumentando. A fines del siglo II a.C. el partido popular obtuvo el apoyo de Cayo Mario, un general que por sus victorias militares fue elegido cónsul en varias oportunidades (107 a 100 a.C.).
Una de las medidas más importantes que tomó durante su gobierno fue reformar el ejército: permitió el ingreso de proletarios y decretó el pago de sueldos a los soldados, lo que lo profesionalizó.
Guerras civiles durante la republica romana
Por otro lado, estas medidas redundaron en que los conflictos sociales se expresaran como guerras civiles, ya que cada comandante exitoso contaba con el apoyo, casi incondicional, de sus legiones.
Ante el éxito obtenido por Cayo Mario, tanto en el campo de batalla contra los enemigos de Roma, como en la reforma del ejército, el Senado respaldó a otro general, Sila, para defender sus intereses.
Sila derrotó a Mario y logró ser nombrado dictador; bajo su gobierno fueron ejecutados muchos dirigentes de la plebe y anulados los derechos del pueblo.
La victoria de Julio César sobre Pompeyo obligó al Senado a declararlo dictador el año 46 a.C. Temerosos de que el ascenso de César al poder significar el inicio de una monarquía, algunos senadores urdieron una conspiración y lo asesinaron el año 44 a.C.
Dos de sus partidarios, Marco Antonio y Lépido formaron una nueva alianza con el sobrino de César, Octavio, para impedir que el poder pasara a manos del Senado, como lo deseaban los conspiradores. Este fue el origen del Segundo Triunvirato.
Marco Antonio se hizo cargo de Oriente, Octavio de Occidente y Lépido de África. Roma sería gobernada conjuntamente por los triunviros.
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Sin embargo, el acuerdo se rompió: Octavio destituyó a Lépido del mando de sus legiones, mientras que Marco Antonio se estableció en Egipto gracias al apoyo de Cleopatra.
Octavio resultó vencedor, Egipto fue ocupado y transformado en
provincia romana. El año 27 a.C. Octavio recibió los títulos de Princeps (primer
ciudadano), Sumo Pontífice (máxima autoridad religiosa) e Imperator (emperador),
y el nombre de “Augusto” (venerable). Su poder no tuvo contrapeso.